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miércoles, julio 28, 2010

Ocupación hotelera ¿medida de qué?

Hasta hace algunos años la ocupación hotelera se empleaba como índice para medir la afluencia de turismo en un destino turístico, así como la posible derrama económica que de eso devengaría. En términos de mercadotecnia era la unidad de mesura del rendimiento de un producto (en este caso un lugar).

Sin embargo, hoy en día esa ya no es una forma de medición práctica, aunque muchos se empeñen en ocuparla (principalmente a nivel gubernamental) y argumentar con ella la eficiencia de x o y programa. Eso se nota con facilidad cuando contrastamos la mencionada ocupación hotelera contra la derrama económica generada por turistas.

Caso concreto el del puerto de Acapulco, ubicado en México, donde se reportan desde la semana pasada índices de ocupación hotelera aproximados al 70%. Alto considerando la recesión económica por la que atraviesa el mundo. Pero cuando leemos la nota de color y los comentarios de los turisteros tradicionales (aquellos que viven directamente del turismo) podremos dimensionar que las cosas no marchan tan bien como parecen a simple vista.

La realidad es que si bien dicho destino en efecto ve abarrotados sus hoteles (y sólo aquellos registrados legalmente, pues también existe el negocio de las rentas de casas particulares, entre otros) lo cierto es que muchos de estos huéspedes son consumidores de bajo poder adquisitivo que sólo gastan en hotelería, pero no en restaurantes, antros ni sitios de recreación. Y si lo hacen, sólo en aquellos dentro un perfil económico alcanzable.

Esto nos remite a reconsiderar si la ocupación hotelera es un índice recomendable y si lo es, de qué. Por otro lado también habría que sopesar si existe un desarrollo auténtico en la competitividad de diversos destinos turísticos de nuestro país, pues como lo reporta El Universal en otras de sus notas, diversas localidades sufren el mismo problema.

Por último, la discusión final se ha centrado en la poca derrama que generan estos segmentos de mercado, pero “poca” es diferente a “ninguna”. La pregunta es ¿quiénes son los beneficiados? Y aún más ¿Qué hace el turistero tradicional para poder también beneficiarse de eso? ¿Somos competitivos?

Fuente: El Universal.

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